LA CONDUCTA ANTISOCIAL

La psicología de la delincuencia ha reconocido, desde hace tiempo, que los actos delictivos son sólo un componente más de una categoría más amplia de conducta antisocial que abarca un amplio rango de actos y actividades, tales como peleas, acciones agresivas, hurtos, hechos vandálicos, piromanía, absentismo escolar, huidas de casa o mentiras reiteradas. Todas estas conductas infringen reglas y expectativas sociales importantes, y muchas de ellas igualmente reflejan acciones contra el entorno, incluyendo a personas y propiedades. Así, muchos términos como delincuencia, trastorno de conducta, conductas de exteriorización (conductas impulsivas) o problemas de conducta, denotan con mayor o menor intensidad conductas antisociales. 

Ya que la etiqueta de conducta antisocial puede reflejar hechos tan dispares, es útil recordar que, en términos generales, hace referencia a cualquier acción que viole las reglas y expectativas sociales o vaya contra los demás (personas y propiedades), con independencia de su gravedad. Tales conductas son observables en jóvenes delincuentes y en menores bajo tratamiento clínico, no obstante, algunas conductas antisociales pueden darse en el transcurso normal del desarrollo evolutivo del menor, es decir, se manifiestan durante un período de tiempo, más o menos breve, y desaparecen posteriormente, de forma súbita o gradual, sin llegar a suponer conflictos serios con el entorno. 

Resultado de imagen para antisocialPrecisamente porque muchas conductas antisociales surgen de alguna manera durante el curso del desarrollo normal, señalan dos consideraciones generales para identificar el comportamiento antisocial como problema que requiere atención especializada: en primer lugar, que se tome el desarrollo normal como paradigma de evaluación con el que contrastar la conducta antisocial; y en segundo lugar, tener en cuenta las características de la propia conducta que influyen en la probabilidad de que ésta se considere clínicamente significativa (frecuencia, intensidad, cronicidad y magnitud). 

La presencia de conductas antisociales es relativamente común en diferentes fases del desarrollo normal: algunas de estas conductas pueden caracterizar a muchos o incluso a la mayoría de los niños de una determinada edad; y que estas conductas antisociales disminuyen típicamente en el curso del desarrollo. Por consiguiente, la mera aparición de conducta antisocial temprana no es suficiente para decidir que existe un problema clínico, ni es predictiva del curso futuro de acción de 

Por lo tanto, lo que nos va a permitir hablar de gravedad clínica van a ser las características que acompañan a ese comportamiento antisocial. En concreto, estas características son: 
· La frecuencia o el grado en que un niño se ve envuelto en conductas antisociales: obviamente no es lo mismo un hurto o pelea esporádica, que el niño se vea envuelto continuamente en este tipo de conductas. 
· La intensidad o importancia de las consecuencias de una conducta cuando esta tiene lugar: conductas como prender fuego o agresión con objetos contundentes pueden ser de baja frecuencia, pero la gravedad de estos actos y la magnitud de sus consecuencias obliga a una atención especial por parte de instancias clínicas o legales. 
· La cronicidad o persistencia de la conducta antisocial: hace referencia a la repetición y prolongación del historial de la conducta en el espacio y el tiempo. Un ejemplo de conducta aislada puede no llamar la atención de los demás hacia el niño, pero la repetición de la misma a lo largo del tiempo y en diferentes contextos confiere a las conductas una mayor significación. 
· La magnitud o constelación de conductas antisociales: es decir, cuando distintas conductas antisociales se presentan juntas, de tal forma que a mayor variedad de conductas antisociales peor pronóstico. 
Imagen relacionadaTodas estas características son importantes para definir la desviación. Así, en casos extremos los niños antisociales son identificados con facilidad porque a diferencia de las conductas antisociales aisladas, breves y no muy intensas que remiten en el curso del desarrollo, estas son conductas antisociales frecuentes, graves, crónicas, repetitivas y diversas, afectan al funcionamiento diario del menor y tienen consecuencias importantes para quienes están en contacto con él (p. ej., los padres o maestros no pueden controlar al niño o la conducta del niño puede ser peligrosa para él o para quienes le rodean -generalmente por problemas de agresión-). 

En tal caso, las conductas antisociales se consideran como desviaciones significativas de la conducta normal y muchos de estos niños son identificados a través de instituciones de salud mental o de justicia.

No todos los niños con problemas graves de conducta se convierten en adultos antisociales, muchos de ellos sí tienden a continuar estas conductas en la adolescencia llegando a la vida adulta con graves problemas personales, psiquiátricos, laborales o sociales.
El adulto antisocial generalmente falla en mantener relaciones íntimas con otras personas, su desempeño laboral es deficiente, está implicado en conductas ilegales, tiende a cambiar sus planes impulsivamente y pierde el control en respuesta a pequeñas frustraciones. Cuando era niño se mostraba intranquilo, impulsivo, sin sentimientos de culpa, funcionaba mal en la escuela, se fugaba de casa, era cruel con los animales y cometía actos delictivos.

La conducta antisocial y delictiva identificada en la infancia o adolescencia predice un curso continuado de disfunción social, conducta problemática y mal ajuste escolar. 

Jesus López Latorre, (2008) Psicología de la Delincuencia 

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