MODUS OPERANDI Y FIRMA

En la escena del crimen hemos de prestar atención al modus operandi y a la firma del delincuente, es decir, a la evidencia conductual. Una definición genérica del modus operandi es señalar que la manera de comportarse de un criminal lo constituyen sus elecciones y conductas por las que pretende consumar un delito. El modus operandi se refiere al «cómo» del delito. Esto es diferente del «por qué» del delito o motivación del delincuente, lo que se conoce como «firma» del delincuente. 


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En el modus operandi buscamos conductas como método de aproximación a la víctima (por engaño o sorpresa), momento del día elegido para actuar, zonas seleccionadas para abordar y atacar a la víctima, arma utilizada y fuerza necesaria para controlar a la víctima. También cómo accede el sujeto a la escena del crimen y cómo la abandona. Forman parte también del modus operandi las llamadas conductas de precaución, que son los actos que realiza el sujeto para evitar que la víctima se oponga a sus deseos y para que no sea reconocido o capturado por la policía (llevar una máscara, tapar los ojos a la víctima, amenazarla para que no lo denuncie a la policía, etc.).


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La firma del delincuente constituye los rituales o conductas que revelan las fantasías del delincuente. Se supone que están sujetas a menor variación que los elementos del modus operandi. Actos como seleccionar una determinada víctima, el diálogo establecido con ella, acciones violentas no necesarias para controlar a la víctima, mutilaciones, formas de dejar un cadáver, actos post mórtem realizados en éste o llevarse recuerdos o trofeos de la escena del crimen son ejemplos característicos de la firma. 


Cuando analizamos esa conducta de firma, conjuntamente con el modus operandi, podemos llegar a concluir qué es lo que motivó al delincuente a cometer el crimen: venganza, ira, sadismo, sexo, lucro o mostrar lealtad a alguien. Y como gran categoría emocional central, que puede existir como móvil preferente pero que se encuentra en todos los asesinos en serie (y otros criminales como violadores) está el control, la necesidad de dominar, de ser alguien diferente mucho más poderoso, de querer trascender la vida convencional que se lleva y aspirar a ser algo más que un ser humano sometido a la moral y a las leyes. 

Garrido, Vicente (2012), Perfiles Criminales

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