TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO (Catástrofes y Desastres)
La humanidad ha estado siempre expuesta a continuos desastres y catástrofes, naturales o provocadas que incluso han llegado a cambiar el devenir de la historia; pero, ahora, tanto por el desarrollo tecnológico cuanto por el hacinamiento humano entre otras causas vivimos en una sociedad de riesgo creciente, en la que las catástrofes y desastres van a ser cada vez más frecuentes y masivos y van a requerir una intervención interdisciplinaria (especialmente psicológica y psiquiátrica) para prevenirlos, ayudar a las víctimas y a
sus familias e incluso a los profesionales y voluntarios que intervengan en ellos.
No cabe duda de que las características concretas del evento influyen mucho en las reacciones de los sujetos pero pese a ello, podemos establecer aspectos psicológicos comunes tanto durante como después del desastre.
Durante: sentimientos de intenso malestar, inquietud, desamparo e indefenso. Miedo a perder la propia vida y la de los seres queridos, predominio emocional en deterioro de lo racional, sentimientos de solidaridad y empatía.
Después: ansiedad anticipatoria. Búsqueda errática y compulsiva de seres queridos e intento de recuperar la unidad familiar, tensión contenida hasta obtener datos concretos, alteraciones en el sueño y en la conducta alimentaria.
El trastorno de estrés postraumático es un trastorno de ansiedad que aparece tras haberse vivido un acontecimiento vital estresante fuera del marco habitual de las experiencias humanas, todos los acontecimientos que se definen como traumáticos impactan sobre el psiquismo del individuo y dejan una huella sobre su vida. Es esta vivencia del acontecimiento la que marca la cualidad de traumático, no el acontecimiento en sí. Aquí radica una de las principales controversias actuales sobre el TEP: no hay acontecimientos traumáticos en sí mismos, sino experiencias traumáticas.
Todo va a depender, por tanto, de tres variables básicas:
a. El acontecimiento en sí y sus características;
b. La personalidad de la víctima y su vulnerabilidad;
c. El apoyo socio-familiar y el medio donde se
desenvuelva.
Psicopatología
Es bien sabido que cuando el organismo percibe el peligro desarrolla una reacción psicofisiológica como respuesta básica ante el estrés. Tras la exposición a un acontecimiento traumático, la persona puede experimentar ansiedad, síntomas disociativos o de otro tipo.
El TEP tiene un sustrato biológico diferente al del estrés: mientras que la respuesta básica al estrés nos prepara para la lucha o la huida, en el TEP la situación sobrepasa la capacidad de respuesta.
Es por eso por lo que, a partir de la vivencia traumática aparece una variada sintomatología muy característica. El terror y el malestar sufrido se reexperimentan en forma de recuerdos desagradables, sueños y pesadillas y aparecen sensaciones súbitas como si se viviese de nuevo la experiencia (flashback). Igualmente se produce malestar ante situaciones que simbolizan o recuerdan el acontecimiento sufrido, por lo que se tienden a evitar todos los estímulos que lo recuerden.
También hay síntomas persistentes de aumento de la activación e incremento del arousal como son: insomnio, irritabilidad, dificultad de concentración, respuesta de alarma exagerada y reactividad fisiológica en la exposición a símbolos o recuerdos.
El diagnóstico clínico incluye, por tanto, los siguientes criterios :
A. Exposición a un acontecimiento amenazante o que produce intenso temor.
B. Reexperimentación del acontecimiento.
C. Evitación persistente de estímulos asociados.
D. Incremento de la activación.
Vulnerabilidad
El acontecimiento, como se ha visto, tiene que ser suficientemente intenso como para que la persona experimente un encuentro con la muerte, se enfrente a su autodestrucción y vivencie el terror o la impotencia de ser inevitable la situación catastrófica. Se experimenta la incapacidad para defenderse y se sobrepasan las defensas psicológicas y biológicas. Pero también es posible que el acontecimiento objetivamente no sea tan intenso por ejemplo un accidente de tráfico de consecuencias leves, un intento de agresión sexual, etc., pero que se experimente como devastador por cogniciones de pánico o fantasías terroríficas.
La situación de los familiares de las personas afectas de TEP es calificada por los expertos como victimización secundaria. Hijos y parejas sufren la influencia del trastorno sobre las relaciones familiares e interpersonales. El enfermo se puede mostrar desapegado, centrado en sus experiencias, aislado, intolerante, sumamente irritable, con dificultades sexuales y evitando el contacto interpersonal, conformándose unas pautas de relación nefastas que pueden "contagiarse" y generalizar la tensión y la ansiedad en el ambiente familiar.
El concepto de resilencia hace hincapié sobre este aspecto "propiedad de la materia que se opone a la rotura", por lo cual son recursos de la resilencia las relaciones afectivas, la fantasía, el humor, la creatividad y la posibilidad de escenificar o representar el acontecimiento, como una forma de evitar la rotura de la personalidad del paciente.
El medio también puede estar distorsionado por el horror o por el miedo, pudiendo haber una reacción grupal y colectiva masivamente patógena, cuando hay un contexto agresivo, la relación afectiva previene el daño, cuando hay comunicación e intimidad sexual las consecuencias del trauma son menores, la libre expresión de sentimientos es un remedio eficaz contra el estrés que no hay que inhibir aunque tampoco forzar.
Tratamiento
El tratamiento que se recomienda en los pacientes con síntomas leves de TEP es tan sólo psicoterapia; sólo en los pacientes más graves o cuando coexiste con otro trastorno psiquiátrico se prescribe el tratamiento farmacológico. La farmacoterapia actuaría como coadyuvante y facilitadora del tratamiento psicológico, la psicoterapia llevaría como objetivo evitar la desestructuración de la personalidad.
Se han utilizado muchos psicofármacos en el tratamiento del TEP, considerándose eficaces y de primera línea los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, tales como la nefazodona y la venlafaxina. Junto a ello, técnicas de exposición a recuerdos y a situaciones que disparen el miedo y que habitualmente se esquivan, combinadas con entrenamiento en relajación, respiración, autodiálogo, habilidades sociales y técnicas de distracción.
Otro tipo de intervenciones psicoterapéuticas de demostrada eficacia son las terapias narrativas, que aplicadas por expertos permite un abordaje más "optimista", la terapia narrativa permite una construcción nueva y más realista de las experiencias vividas, una reinterpretación de la historia, por lo general, la persona tiene una construcción narrativa interna de lo ocurrido que incluye juicios y conclusiones que perpetúan sus sufrimientos y repercusiones, historia que no se verbaliza, que cuesta verbalizar y que, cuando se hace el relato, no es vivencial, es un relato al que le faltan elementos. El terapeuta colabora en la reconstrucción de la historia ayudando a poner distancia y objetividad entre el paciente y el problema, porque no es lo mismo el recuerdo que la historia en sí, porque el desafío es aceptar el traumatismo, incluso enriquecerse con él, no hay otra alternativa.
Lic. en Criminología Cristian Bernal Avilez
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